jueves, 16 de noviembre de 2017

A propósito del Día Mundial de la Filosofía - 2017



SOBRE LA BÚSQUEDA DE LA SABIDURÍA O LA BÚSQUEDA DEL AMOR


Daniel Tacilla
Universidad Nacional Federico Villarreal




τοῦτο γάρ μοι ἰνδάλλεται διανοουμένη οὐκ ἄλλο τι ἢ διαλέγεσθαι, αὐτὴ ἑαυτὴν ἐρωτῶσα καὶ ἀποκρινομένη, καὶ φάσκουσα καὶ οὐ φάσκουσα.
[Me parece que el alma, al pensar, no hace otra cosa que dialogar y plantearse ella misma las preguntas y las respuestas, afirmando unas veces y negando otras]

Platón, Teeteto, 189e




S
iendo muy jóvenes, y más aún, apenas aparecemos junto a la vida, compartimos algo en común, algo que al principio, y muchas veces hasta el final, resulta entenderse como un no sé qué, pero que si vemos con mucho cuidado, tal vez nos demos cuenta que, eso que tenemos en común cada uno de nosotros, por lo que emprendemos grandes luchas o grandes derrotas, es el Amor. Lo más seguro es que no tengamos la más mínima idea de lo que es, que cuando se nos pida definirla, no encontremos ninguna palabra que nos sirva para expresar lo que es el amor, ya sea porque no encontramos ninguna palabra o frase que sea digna de manifestar lo que ella es o porque en realidad no contemos con palabras suficientes, ni siquiera para reconocer su existencia. Sea como fuese, al menos podemos asegurar que mientras somos conscientes de nosotros mismos, podemos decir que deseamos amar. Podemos decir, con toda seguridad, que lo que nos hace humanos es nuestra facultad de amar, mas no de ser amados, pues ésta pseudofacultad es independiente a nuestra voluntad. Además, si no se sabe amar, no se encuentra ninguna dignidad en reconocerse como objeto del amor. Mientras vivimos, hacemos tal o cual cosa, tenemos distintas actividades, donde la más digna de todas es la de “amar”, independientemente de las consecuencias que pueda traer o si puede causarnos el sufrimiento más íntimo. Somos capaces de amar cuando somos capaces de resistir el mundo sobre nosotros sin medir qué tan grande es, cuando decidimos ver más allá de un mundo que tal vez puede sernos grato o no. Total, al fin, él [el mundo] no lo sabe, vive bajo un tal principio de la acción-reacción. Sólo nosotros lo sabemos, y por eso es que amamos, porque vamos más allá.

Pues bien, así es como se explica la falta de amor en los hombres de hoy. Sólo se mira desde “un” punto de vista y hacia “una” verdad. El hombre ha roto el mundo y se ha quedado con un mundo hecho pedazos, donde lo que le ha tocado es aquella parte que logra atrapar su experiencia, ni más ni menos. Ha reducido el mundo a su propio mundo, aquel que aún ni se anima a conocer realmente. Este hombre ha dividido la verdad, en la del otro, los otros y la suya, haciendo de la verdad una pieza de rompecabezas que permanece en un sinsentido,  incompleta y llena de vacíos. Esta división sólo revela que, si la verdad se puede dividir, es porque es el complemento de todos nosotros y las cosas del mundo y, claro está, porque queremos dividirla. Dicho de otro modo, en un mundo fragmentado, el amor y la capacidad de amar se reduce a un simple gusto, agrado o desagrado, de algo. De este modo, a tal hombre del fragmento, sólo le queda, o bien obedecer la voluntad de tal fragmento de verdad que su experiencia ha logrado atrapar o bien reemplazar las partes del mundo que no conoce –pero al menos la intuición le queda- con el único rompecabezas que le queda.

Ahora, como tal vez ya se ha logrado ver la intención de estos dos párrafos, toda la intención de la filosofía -desde el principio- ha sido siempre el Amar. Y tan noble acto sólo recibe dignidad cuando busca la Verdad, cuando ama la sabiduría. Sólo se llega a amar, verdaderamente, cuando aceptamos renunciar al mundo que nuestra experiencia terminó por atrapar y que se resiste caprichosamente a dejar, y nos iniciamos en la búsqueda de aquel verdadero mundo, aquel que sí podemos abrazar verdaderamente, que no es pasajero porque siempre está aguardando a ser abrazado, y no por un par de manos o la experiencia que, a duras penas, podría alcanzar la sombra de lo que es el mundo de la realidad, sino, por nuestro pensamiento, que es capaz de alcanzar más que el mundo de la inmediatez cuantificable, más que un mundo de espectáculos ciegos.


Es así que, con plena seguridad, podemos decir que sólo se ama sincera y profundamente con el pensamiento.