Comité Editorial


Evohè

¡Evohé!, en realidad, es un grito de una tradición fundamental. Se ha pronunciado en los hombres más antiguos del saber, en evocación de lo que acontece como origen antes de cualquier actividad mística-religiosa o plenamente científica, pues es lo que origina cualquier actividad de la naturaleza y de nuestra misma razón. Así, la divinidad vista desde los ojos de los antiguos, que consideraban a la Verdad como yaciente en lo natural que supera al hombre, debía tener un origen mutuo, aquello en donde los dos se abran al mundo de una manera diferente a la inmediatez de nuestros actos. Es en aquel amor, que no reconoce entre lo divino y finito. Es desde ahí donde es posible desenvolverse en la realidad natural, con aquel compromiso que nos une, tal unión está dirigida desde el conocimiento que adquiere la razón para elevarse a lo supremo. No es exactamente algo comunicable por los mismos principios de la Naturaleza, por simples principios físicos, que terminan en una mera actividad que inicia y termina sin ninguna diferenciación con los demás fenómenos que se repiten, sino que esta recurre a situaciones más humanas, más cercanas y capaces de llegar a lo sobrenatural, entendida como fuera de toda intención material y, además, por lo natural en el hombre que habita, aún siendo elemento fundamental con la Naturaleza, somos herederos de lo común, somos andantes en los caminos de la Naturaleza, somos el infatigable daímon que despierta en la Naturaleza el llamado hacia el interior, y el alejamiento de la finitud de lo particular, que por principios lógicos es el sentido opuesto a nuestra Naturaleza y, por lo tanto, nuestro compromiso: el ser nuevo a cada instante, el ser nuevo no es tan sólo cambiar de método o eventos, sino que es el llegar a pensar, intentar, insistir, por absurdo que esto pueda parecer, llegar a abrazar lo que en verdad se ama, en su sentido más puro y libre.

“Se pronunciaba en realidad: He-Vo-He, siendo la representación para el comienzo, para unión y fortaleza de la totalidad, Dios (daímon) y Naturaleza en un diálogo íntimo que busca belleza, aunque sólo se vea reflejada en sus participantes. “Egipto, Judea, Fenicia, Asia Menor y la Grecia antigua, fueron los que acogieron en uso estas letras sagradas. Las cuatro letras sagradas pronunciadas: Iod-He, Vo, He, representaban a Dios y su fusión eterna con la Naturaleza; ellos abarcaban la totalidad del Ser, el Universo Viviente. Yod (Osiris) significa la divinidad como tal, el intelecto como tal –creador- el Eterno Masculino que está en todo, en todas partes y sobre todo. He-Vo-He representa al Eterno femenino. “¡Evohé! Era abiertamente proclamada en las fiestas de Dionysos, en las que admitía, además de los iniciados, a los simples aspirantes a los misterios. “Orfeo, enamorado de un modo divino del Femenino eterno, de la Naturaleza, la glorifica en nombre de Dios que la envuelve y la corroe a modo de cortejo, y a quien quiere hacer surgir en la humanidad divina.” Tomemos esta palabra y el contenido de su interpretación, no como un mero significado de la antigüedad, sino como un principio eterno hacia el compromiso que tenemos con la tranquilidad de la filosofía, que no es otra más que el filosofar.

¡Y ahora, cantad el Evohé!