jueves, 8 de octubre de 2015

NUEVO NÚMERO DE LA REVISTA DE FILOSOFÍA EVOHÉ: VOL I-II-III. Año 3. N° 3

Publicamos la edición Digital de la Revista de Filosofía Evohé  Vol I-II-III. Año 3. N° 3 2014 . Lima – Perú. Publicación Anual del Comité Editorial de la Revista de Filosofía Evohé. 




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domingo, 3 de mayo de 2015

CONVOCATORIA DE EVOHÉ





EVOHÉ
REVISTA DE FILOSOFÍA

CONVOCATORIA

 

1.- La Revista de Filosofía: Evohé, a través de su Comité Editorial, se reserva el derecho de publicación de los trabajos recepcionados, por ello el Comité Editorial Evohé evaluará los trabajos que sean enviados para su futura publicación.

2.- Los trabajos deberán ser originales y tener una extensión mínima de 15 páginas y máxima de 25 páginas. Cada página deberá contener un máximo de 1700 caracteres incluyendo las notas a pie de página. Deberá estar compuesto en tipo Times New Roman de 11 puntos, con interlínea a espacio simple. Se deberá entregar en CD con su respectiva impresión, o Word 2007 –si la entrega es virtual y en nuestro correo electrónico de la revista señalado en el punto 12-.

3.- Los trabajos deberán tener un título concreto y conciso. Se deberá además adjuntar resumen (Abstrac en dos idiomas), palabras clave (mínimo 3, máximo 5) y una breve nota biográfica del autor que incluya su correo electrónico.

4.- Las Notas y Comentarios críticos deberán tener una extensión máxima de diez páginas (1700 caracteres cada una) en las que están incluidas las notas a pie y la bibliografía, con la misma familia tipográfica y puntaje señalado en el punto 2.

5.- Para las Reseñas, la extensión  máxima será de dos páginas (1700 caracteres cada una) y deberán tener los datos completos del material reseñado (autor, título, ciudad, casa editorial, año, número de páginas).

6.- Las Citas textuales deberán ser señaladas entre comillas y con la respectiva nota al pie de página en la que se incluya los datos bibliográficos.

7.- Las palabras de otras lenguas utilizadas en el texto deben estar solo en cursivas, sin comillas, ni en negritas, ni subrayadas. Las voces y expresiones latinas usadas en castellano, y que figuren así en el Diccionario de la RAE, se acentuarán y no se destacarán con marca alguna.

8.- Para el caso de las Notas a pie de página que incluyan datos bibliográficos, se deberá citar el autor empezando por el apellido y el nombre, seguido del título del libro, destacado mediante cursivas. Ejemplo: SALAZAR BONDY, Augusto. ¿Existe una filosofía de nuestra América?. pp. 18-19. Se entiende que en la bibliografía se empieza por el apellido, el título de la obra, y se incluirá la data editorial completa.

9.- Los títulos de ensayos, artículos, cuentos, poemas, capítulos, etc; recogidos en otra publicación (periódicos, revistas, libros, etc), van entre comillas dobles. Solo llevan mayúscula inicial la primera palabra y los nombres propios.

10.- En el caso de citarse lugares electrónicos o páginas web, se deberá indicar la dirección electrónica completa, seguida de la fecha y hora de consulta.

11.- La Bibliografía –en tipo igual a las citas (9 puntos)-, deberá presentarse según el siguiente modelo:
a) Para el caso de Artículos:
IBARBURU, Celin. “El concepto, como signo natural. Una polémica acerca de Wittgenstein”, en Antología Filosófica. Revista de Filosofía. Investigación y Difusión. Año I. Enero-Marzo. N° 2. México D.F., 2001.
b) Para el caso de Libros:
COLLI, Giorgio. La sabiduría griega. t I. Editorial Trotta, S.A, 1995.
  -------------------. La sabiduría griega. t II. Editorial Trotta, S.A. Madrid, 2008.
c) Para el caso de Documentos:
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (agn), Cristóbal de Arauz, 1611 (122). Fol. 925.
d) Para el caso de direcciones electrónicas:
Cuando se trate de una cita proveniente de un sitio en la red, se deberá indicar la ruta de acceso pertinente según el siguiente modelo:
FORTUNY, Ismael. “Los orígenes de la novela en el Perú” Accesible en Internet: http://www.revistadelinstituto.perucultural.org.pe/index1.htm. Lunes 24 de setiembre de 2004, 22:00 horas.

12.– Todos los trabajos serán enviados al correo de la la revista, de la misma manera para cualquier consulta sobre cada punto convocado:
                                                                                                        E-mail:        rf.evohe@gmail.com


EXTENSIÓN DE LA CONVOCATORIA

26 DE JULIO DEL 2015

Comité Editorial Evohé





sábado, 2 de mayo de 2015

SOBRE LA VERDAD


SOBRE LA VERDAD


Daniel Tacilla Aquino
Universidad Nacional Federico Villarreal











Noli foras ire, in teipsum reddi; in interiore homine habitat veritas
(No vayas fuera, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad)
San Agustín



Todo hombre que vive en su mundo tiene la falsa idea de que la verdad es tan sólo un punto de vista de algún individuo. La verdad ha devenido en algo que puede o no puede ser útil y, tomando como referencia esta premisa, se la aplica a todo campo del conocimiento: la ciencia, el arte y hasta lo cotidiano. En lugar de la Verdad se ha impuesto lo relativo, lo falible, el error, el vacío intelectual, la ignorancia y la mediocridad como criterios de jerarquía social.

En todo momento de la historia siempre se tuvo como referencia de la existencia la idea que tenemos de la Verdad, el mundo depende de ello. Si un mundo es considerado como una basura donde sólo queda buscar algo que pueda servir dentro de lo que nos rodea, es porque la Verdad comienza a dejar el mundo del hombre. Y esto es más comprensible desde hace un puñado de décadas, sobre todo desde lo que ya muchos filósofos tenían como el único modo de entrar a la Verdad, aquello que nos alejaría de la perturbación de la que hoy gozan los hombres de forma inconsciente, el arte. El arte ha dejado de ser un vínculo con lo divino, con aquello que sobrepasa nuestra perturbación propia del mundo en el que podemos caer para así elevarnos por encima de lo humano, por encima de la violencia humana, y ahora se ha dado vuelta, ni siquiera hacia uno mismo, sino hacia el egoísmo más violento: el Yo visto como “otro”, como algo que no me pertenece en verdad, sino que es producto del “otro”, con lo cual el Yo cobra validez en razón de la invalidez de haber miles de otros que tienen una afirmación distinta sobre el mismo Yo.

Es así que, el problema que hay entre el hombre y el mundo que lo perturba es un problema metafísico. Es el problema de la libertad que puede haber entre el mundo y el hombre como algo que es parte del mundo. Este problema es inmanente al hombre pero trasciende inevitablemente en el mundo, se manifiesta en él. Desde luego este es un tema aparte.



¿Pero dónde está la Verdad?

Hace varios años que escucho algo muy frecuente entre la gente, una pregunta que pareciera que ha nacido antes de ellos y que ni siquiera tuvieron el esfuerzo de aprenderla cuando la nombran con tal frescura “Y ¿dónde está la verdad?”. En ellos no se encuentra ninguna extrañez, preocupación, admiración o asombro ante tal cuestión, lo único que encuentro en ellos es la cuestión para tener preocupación, admiración y asombro.

La pregunta involucra muchas cosas, tal como ellos lo ven, la verdad puede estar en miles de lugares, tantos como puedan conocer. Es ahí donde viene la preocupación que uno puede tener. ¿Qué tanto conocen? Lo único que es seguro es que conocen tanto como sus ojos puedan ver, mas no su entendimiento, pues si no fuera así, tal vez verían que la verdad no son ellos, pues entre todas las cosas que pueden ver en el mundo, eligen la que más vulnerable es al dolor y sufrimiento, se escogen a ellos para ser el medio que responda a la pregunta del ¿dónde está la verdad? Uno puede creer que es natural pensar así cuando un sujeto ha sido formado para creer que todo lo que él conoce está bien porque simplemente él lo conoce, y lo que no conoce, pues hay que desconfiar si existe o no, y si de algo está seguro este sujeto es que conoce lo que siente, algo que nadie se lo quitará, así como siente el dolor, la alegría y preocupación de lo que lo rodea. Todo esto se debe a que la información que se nos ha dado desde siempre es creer en la existencia de aquello que podemos medir y calcular de la misma manera que cualquiera puede hacerlo, por la experiencia, dicho sea de paso, sin ningún esfuerzo intelectual. Este es un problema que viene desde la modernidad y cayó con más fuerza desde la llamada posmodernidad a mediados del siglo XX con conceptos como subjetividad u objetividad, que han sido tratados de forma opuesta y hasta paralela.

No es ningún mérito abrir los ojos y ver los objetos caer de un lado a otro o sentir que la lluvia nos cae en la cara o que escuchemos el golpe de un auto, pues todas estas facultades son propias de un íntimo vínculo entre las cosas y sus semejantes. La única forma en que una cosa se puede captar es si aquella es semejante a tal cosa. Aquí está el problema de no entender la diferencia entre lo semejante y lo distinto. Cuando mencionamos semejante hacemos referencia a la unidad frente a la pluralidad que implica diferencia. Lo preocupante está en reconocer la Verdad, así como otras tantas ideas como el Bien, la Justicia, el Amor, etc., en las cosas que no cumplen ningún mérito en la vida del hombre, como si la Verdad o el Amor tuvieran alguna semejanza con algún objeto que se mueve, la lluvia o un auto que golpea la calle. Siendo así las cosas, queda afirmar que tales personas son semejantes al objeto al cual se dirige su pensamiento, si es que se puede hablar de esto en una mente donde sólo cabe hablar de cosas que van de acá para allá sin nada que les de seguridad, permanencia.



Todos tienen su verdad, todos son artistas

El  individuo no conoce el habitar del Ser mientras no haya convivido en el mundo. Hemos llegado a un punto donde cada quien es el máximo punto de referencia para la verdad, lo cual convierte a cada quien en el artista del mundo. El artista no es sólo alguien que vive en un mundo, al igual que puede serlo un perrito que vive en una madriguera, sino que es un creador de un mundo, un mundo que se encuentra ante él pero que el cual no es posible crear si no se tiene el mundo en su alma, por ello es necesario que el que crea un mundo lleve ya el mundo creado dentro de él, no sólo un grupo de experiencias carentes de méritos, sino la experiencia del mundo. El artista de ahora es tan sólo una parte insignificante del mundo, algo que no es necesario sino tan sólo para lo que es su semejante. Aquí asumimos que el convivir ya se encuentra expuesto a una determinada conciencia histórica que nos permite situarnos en el mundo propio, aunque aún indeterminado, aquel que estará dispuesto a este evento, que es inseparable del individuo cuando me ocupo del mundo, es decir, conocer deviene después de darse la experiencia de lo verdadero, pero dentro de él cabe siempre la posibilidad de formarse diversos eventos que abran paso a la comprensión, utilizar las mismas cosas con las que soy útil, tener el mejor intérprete, el mejor aliado que me lleve al encuentro con la verdad, pero verdad como el oculto sentido al que nos dedicamos, aun no descubierto, lo que aún no se abre al mundo, por lo mismo que aún no se logra salir del conflicto ontológico con las cosas hechas que me persiguen, no en vano, todo llegará a su tiempo, y uno verá llegar las mismas cosas que otros sentían llegar sin poder verlas como eventos que transmiten no sólo impresión -como una obra-, sino que son inspirados en una obra de arte que deviene de la esencia de la verdad, a través del fundamento cósico que lo hará patente de la mejor y única manera de conocerse objetivamente.


La Verdad es una obra de arte

La filosofía desde su inicio fue siempre este amor por la sabiduría, esta constante búsqueda incansable e irresistible hacia la Verdad. Al mismo tiempo que ya el estagirita nos decía que todos los hombres desean por naturaleza saber, es más cierto que no todos los hombres son filósofos. Todos aquellos hombres que alejen de su alma la búsqueda de la verdad, y que en lugar de ello renuncien a su naturaleza innata de alcanzar la sabiduría no merecen ser llamados filósofos. Comprender esto parece ser muy sencillo, pero es nuestro mundo mismo el que evita que podamos ver la claridad de lo que está más elevado. Así como la naturaleza del hombre es el saber, antes de esto está el amor, el deseo hacia algo, este movimiento imparable que nos impulsa a vivir, pero que se ve frenado por la costumbre de lo más bajo, la superficialidad, mediocridad del hombre que vemos vivir desde que aparecemos en la vida. Todo esto hace creer que el hombre siempre fue así y que cambiar algo de ello es cambiar la naturaleza del hombre.

El problema de la comprensión hacia la verdad es el problema que se ha planteado la hermenéutica, el cómo establecer la forma adecuada de ser objetivo -pero no nos referimos a éste en virtud del contenido cósico que caracteriza en lo común a una obra de arte, sino a su contenido como ser-, cómo ser uno, cómo saber a lo que nos referimos cuando estamos en la esencia misma.

Kant en algún momento fundamentó aquella limitación de la intuición sensible. Lo sublime es el ingrediente que disuelve a la intuición, siendo impresentable para ella –a diferencia de lo bello que es la armonía que puede haber entre las formas de la naturaleza, lo que lo hace atractiva para el ser, más aún no nos presenta el contenido oculto de la idea por la cual fue creada en su momento- , habiendo sólo un modo de representar indirectamente lo que es impresentable por la intuición sensible. Un símbolo podría ser considerado como cualquier útil que es creado por el hombre, pero en este caso debemos verlo como su naturaleza lo indica, un camino hacia la unión de lo que desconocemos estando sólo a un lado de dicho camino, y si deseamos tanto, entre lo mortal y lo divino. En tal caso se pretende llegar a lo sublime, que emplea lo grandioso de la experiencia, la grandiosidad de las circunstancias históricas que no sólo son un advenimiento del ser como eventos históricos, sino que tomamos en cuenta cada "evento" como aquel que toma de sí mismo los fundamentos para demostrar lo real que puede ser transmitir la verdad del modo que le corresponde, es aquí donde se conmemora el ser.  Un símbolo, que le dará al fin la experiencia de la verdad, formará la verdad de la obra de arte, ya no será cualquier útil, será el cambio a un conversar con las cosas hechas intérpretes, un cambio de palabras que no alteraran el contenido, cambio de la verdad del ser, por la verdad de la obra de arte, es decir, dar un cuerpo para comparar y explicar la verdad. “Además de ser una cosa acabada, la obra de arte tiene un carácter añadido… es lo que en término griego dice συμβάλλειν. La obra es símbolo” (1).


¿Cómo es la Verdad?

Pero aunque la verdad  haya tenido deficiencias con el hombre en su significado, y por lo tanto en su existencia, debe ubicársela en tal sentido que “La esencia del hombre pertenece a la Verdad del Ser”, como ya lo afirmaría el filósofo alemán en su Carta sobre el Humanismo. Es aquí donde se puede aclarar de mejor manera el lugar donde se ubica el ser, pues debe ser sabido que si bien el Ser es incognoscible para el hombre no lo es para el Ser en sí mismo, es decir, el hombre como hombre sólo conoce lo que causa algún efecto en él dentro de la naturaleza que lo rodea, así, todas aquellas regularidades que se frecuentan en la naturaleza las suele recibir de la misma forma que cualquier otra objeto en ésta: es cierto para ellos que el hombre conoce sólo lo que pueden conocer y son lo que conocen.  El Ser tiende a inclinarse hacia su semejante, cabe decir, la verdad del ser, que es la esencia donde habita el hombre, claro está, dándose o no cuenta éste. Pero, aunque es natural que el hombre tenga esta inclinación hacia la Verdad, también es correcto señalar que casi siempre la verdad del ser, cuya esencia comparte, pasa desapercibida, entre la αλήθεια y la λήθη (no-ocultamiento y el ocultamiento; verdad y olvido), estos son los modos como está contenida la verdad, no como si fuera sólo un des-ocultamiento o sólo un ocultar, sino como el pasatiempo de la verdad. Es el juego donde las dos son cómplices para alejar al hombre de su verdad y así ir en busca de la esencia de lo que verdaderamente es la Verdad. Esta actividad concluye y se reinicia con cada acontecer en el que se desvela ante el sujeto que la experimenta. Este desenlace  será en cualquier caso para el hombre el único fin que debe seguir. A esto podemos referirnos como la solución a la que lo llevó su ser, nunca podrá decirse que es el ser de otro. Por último podría decirse que es el punto de quiebre, hasta donde puede llegar la verdad del ser del hombre.

Ahora, la verdad de una obra de arte no está frente a mí, ni frente a los demás. Sólo se puede hablar de la obra de arte como una experiencia del arte, la experiencia estética, algo que sólo se logra fuera de las determinaciones que nos amarran al espacio-tiempo histórico en el que nos encontramos ahora, que condicionan la experiencia hacia algo que no pertenece verdaderamente a la obra de arte. Lo que representa la obra de arte trasciende la subjetividad humana con la que podemos ver un fenómeno natural común.  Es esta la rebeldía provocada por el hostigamiento a la razón pura. Ciencia y Libertad son dos de las ideas que se enfatizan en la edad moderna. La libertad, infectada por las reglas y los preceptos clásicos del racionalismo, se logra librar con el movimiento romántico, rindiéndole culto a los sentimientos, a la subjetividad como individualidad del artista, provocando un idealismo en la obra de arte. El paisaje que nos pintó la ilustración, lo que nos enseñaba que era verdad y lo que no lo era, según los hechos que afectaban a la historia, se trascienden a ella misma al ser expresión interior de una conciencia individual. Los hechos que forman a la humanidad son de tan poco entendimiento al hombre para poder llegar al comprender la verdad, los hechos relacionados con otros sólo son principios para aquellos que son afectados de la misma manera que los hechos, lo cual brinda determinismo a la acción humana de la misma forma que la naturaleza. De ahí que la libertad del hombre sólo sea posible fuera de la naturaleza y no en ella. Otro problema de igual amplitud es el de los conceptos que se refieren a la naturaleza misma y las acciones humanas, al igual que el lenguaje y la interpretación que hacemos de éstos. Pero  lo que en realidad logra la trascendencia de un hecho no es la manifestación de un hecho, como la mera presentación de una cosa. No es una vivencia, sino –asumiendo un pensamiento romántico– la trascendencia encontrada por el sentimiento, la emoción directa, sin un pensamiento reflexivo que nos desfigure la originalidad de la verdad del ser que experimentamos como invitados en el tiempo, invitados  por la esencia de la obra de arte. “¿cambian los conceptos?... en realidad lo que cambia son nuestros esfuerzos por concebir más profunda o adecuadamente lo que es el arte”(2).

Sólo el verdadero hombre tiende a amar. Desde que existimos nos inclinamos a desear lo que acompaña nuestra particular existencia. Llega un momento en que damos cuenta que no podemos amar la totalidad, el amor se derrumba. No podemos desear aquello que no conocemos… al menos lo que no está a la mano… de manera sensible. Sólo el Pensamiento es capaz de elevarse a lo inimaginable por otros seres y amar de forma sublime, capaz de amar de forma pura, sin condición, más allá de nuestro existir”.



 Citas

(1) Heidegger, Martín., Sendas Perdidas, El origen de la obra de arte, Losada, Buenos Aires, 1969.

(2) Gadamer, Hans-Georg., Acotaciones Hermenéuticas, III Sobre la trascendencia de la obra de arte, 3 Transformación en el concepto de arte, Madrid, Editorial Trotta, 2002.